domingo, 10 de julio de 2011

Sacerdocios

Últimamente me entretengo perpetrando sonetos de curicas. No es que tengan una gran logística métrica ni que me haya parado en afilarle la punta al contenido, pero me lo he pasado bien escribiéndolos y creo que tienen su gracia. Aquí va un par de ellos:

I.
Remigio el obispo tenía un deber:
se confirmaba un guapo jovenzuelo
y le era preciso alisarse el pelo
para estar ante el muchacho de buen ver.

Abrillantó su rojo anillo con gel
y aunque probó otras opciones primero
al fin acabó en su undécimo dedo
para que allí el beso fuera menester.

Temeroso de cometer pecado
se lavó la pija en agua bendita
mientras pensaba en Cristo y en sus clavos.

Recibió más tarde al fin la visita
y con falaz sonrisa disfrazado
se lo llevó en privado a su salita.

II.
Tuvo una mala noche el padre Ramón:
bebió whisky, vodka, ron y tequila
y bailó enseñando su tanga lila,
y al despertar se fue a plantar un mojón.

Realizando la escatológica acción
recordó que al llegar meó en la pila
en que él bautizó a la niña Camila
justo antes de vomitar por el balcón.

Casó en el bar a dos homosexuales
y accedió a hacer con ellos un trío
para saborear nuevos manjares.

Arrojó tras ello su biblia al río
y se fue a tomar un baño de sales
con un rubio, potente y guapo tío.

1 comentario:

  1. Qué haragán Remigio, seguro que dejó el huequecico del susodicho como una columna dórica.

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